Todo el mundo que piensa en Irlanda se acuerda de la auténtica cerveza negra, la gran Guinness, pero pasan por alto la gran belleza que tiene este país donde la naturaleza florece en cada rincón de sus maravillosos paisajes. Yo fui a Irlanda para aprender inglés y volví enamorada de la tranquilidad y la paz que inspira vivir allí, aunque sea por una pequeña temporada.
Tuve la oportunidad de conocer y convivir con una auténtica familia irlandesa. Fue una oportunidad muy interesante el poder disfrutar de esta experiencia en estado puro al alojarme en una casa con personas que han nacido y crecido allí. Gracias a esto, pude conocer la comida típica; en la que sea cual sea el plato, siempre hay patatas, ya sean asadas o fritas; disfrutar de hobbies como acudir a carreras de perros; ir a pescar o ver un partido de hurling.
Pero no todo es maravilloso en eso de convivir con una familia irlandesa ya que tienes que amoldarte a sus costumbres. Lo que peor llevaba era eso de tener que volver a casa a las 17 para cenar. Yo acudía todos los días a una academia de inglés en el centro de Cork, comía por allí y después debía de volver a la casa de mi familia que se situaba en el extrarradio. Debido a esto, después de terminar de cenar podía volver al centro para conocer los típicos pubs irlandeses, pero si hacía eso, tenía que estar pendiente de los horarios de los autobuses y andar unos 2 kilómetros por zonas bastante oscuras hasta llegar a mi casa. Allí es muy típico los barrios residenciales, pero claro, debido a que ellos se duermen muy pronto, por las noches no suele haber mucho movimiento por esas zonas. Pero bueno, igualmente, merecía la pena.
Los pubs irlandeses son geniales. Allí es habitual que grupos de allí ensayen en los locales y puedas disfrutar de sus ritmos con su gaita incondundible. Un ambiente de 10 que es aún mejor si tienes a mano una Guinness o una buena sidra de pera. Sí, volví totalmente encantada con esta bebida, de lo más deliciosa.
En cuanto a lugares que no te puedes perder, está la Universidad de Cork o la de Dublín en la que me quedé asombrada por la belleza de sus bibliotecas. También es muy interesante conocer el Castillo de Ross, donde podrás besar la piedra de la elocuencia. Pero sin duda, el lugar que debes visital obligatoriamente son los acantilados de Moher. Volvería a Irlanda sólo por volver a verlos. La naturaleza del paisaje es pura magia y el aire que se respira allí es abrumador. Sin duda, el mejor lugar del mundo para desconectar y ser feliz con sólo estar allí.
¿Repetiría esta experiencia? Pues seguro que sí, aunque quizás me alojaría en una residencia con el fin de tener más libertad de horarios para visitar y hacer excursiones con mayor libertad.